¿Qué es la fobia social?
En términos generales es una intensa emoción de miedo frente a situaciones sociales, que hace que la persona se sienta expuesta ante otra. Dicha exposición puede ser en un contexto formal, por ejemplo, de tipo académico en la sala de clases frente al profesor y compañeros; laboral, en una reunión de trabajo con colegas o bien en una fiesta de “amigos”. Y pongo la palabra amigos entre comillas, ya que una de las grandes dificultades que enfrentan las personas que sufren de fobia social, es que tienen muy pocos amigos y en algunos casos no los tienen. Esto hace que la calidad de vida de quienes presentan este temor enfermiso no sea buena y, a medida que pasa el tiempo, se deteriore aún más ya que tienden a aislarse para evitar el contacto con los otros. Pero no por falta de interés, sino por temor.
El DSM IV (diagnostic and statistical manual of mental disorders) la define como «un temor acusado y persistente a una o más situaciones sociales o de actuación en público en las que la persona se ve expuesta a gente desconocida o al posible escrutinio por parte de los demás. El sujeto teme actuar de alguna manera (o mostrar síntomas de ansiedad) que pueda ser humillante o embarazosa». (Caballo, 2007)
Cuando las personas nos vemos enfrentadas a “situaciones sociales nuevas” tenemos la tendencia a sentir cierto grado de ansiedad, que nos permite estar más atentos a los nuevos contextos y a las nuevas personas que hay por conocer. Si, por ejemplo, debo hacer una presentación en público, esta misma ansiedad me permite tener una mejor ejecución de la tarea.
Sin embargo, ¿qué ocurre cuando esta emoción que me moviliza inicialmente, se hace tan intensa que me paraliza?
En el caso de una fobia, esta ansiedad sobrepasa el actuar, sentir y pensar de las personas, volviéndolas vulnerables en situaciones que para el general de las personas son comunes y no representan una amenaza real.
Es aquí, donde podemos observar que las personas que sufren de fobia social pueden reaccionar de dos maneras.
Por una lado, derechamente evitando este tipo de situaciones sociales, ya sea no hablar en reuniones de trabajo, no asistir a eventos sociales, no hablar por teléfono, no pedir cambio por algún producto que se compró en la tienda, no hablar con personas con autoridad, etc. Esto provoca aún mayor dificultad para desarrollar habilidades sociales, generando además de los síntomas físicos intensos provocados por el miedo (palpitaciones, temblores, sudor, ruborizarse, dolores de cabeza y/o estómago), aislamiento, baja autoestima, pensamientos irracionales en relación a la evaluación que hacen los demás sobre nosotros. Porque finalmente ese es el gran temor de las personas que sufren de este mal: miedo a ser evaluados negativamente y/o miedo a ser rechazadas, pues existe una sensación interna basal de autoexigencia sobre su desempeño social y una falta de control para realizar conductas que sean asertivas frente a otro. (hacer peticiones, dar opiniones a favor o en contra, etc).
La segunda forma de reacción es que “cuando no hay escape frente a la situación”, no queda más que enfrentarla, pero con altos niveles de ansiedad que implican síntomas físicos y pensamientos irracionales. Esto último, genera que aumente o se mantenga la fobia, dado que a pesar de que logran enfrentar la situación “tan temida”, continúan las mismas ideas y creencias sobre sí mismos, lo que hace que la fobia persista.
En síntesis, las personas que sufren de fobia social viven la vida desde un espacio de dolor y soledad, porque al darse cuenta de lo irracional de su actuar y pensar, se critican y evalúan duramente por no poder realizar una conducta que pareciera ser natural para todas las personas, menos para las que sufren este mal.
Un dato importante es el hecho que las personas con fobia social pueden demorar años en consultar, lo que intensifica los síntomas, los patrones de conducta evitativos y empeora la calidad de vida. Por esta razón, la consulta temprana facilita el proceso de recuperación.
Ejemplo breve de tratamiento psicoterapeútico.
En la primera sesión, se evalúa la intensidad de los síntomas de la persona, si están causándole dificultad en su vida cotidiana se realiza una interconsulta al psiquiatra, para ver si es necesario la utilización de fármacos para apoyar el proceso psicoterapéutico.
Particularmente, en mi consulta utilizo técnicas cognitivo-conductuales para analizar las ideas o creencias irracionales que están a la base de la conducta fóbica. También estudio la historia familiar para comprender el tipo de aprendizaje social que ha tenido el paciente. Identificados estos factores trabajo de modo práctico con situaciones de exposición social, en un espacio de contención, con profesionales actores expertos en habilidades sociales.